de/di Isabel Miguel
(trad. Marcela Filippi)
de/di Isabel Miguel
(trad. Marcela Filippi)
de/di Enrique Gracia Trinidad
(trad. Marcela Filippi)
di /de Nino Iacovella
(trad. Marcela Filippi)
de/di Carlos Peinado Elliot
(trad. Marcela Filippi)
(Del libro ¿Sangra el abismo? Contracciones de una Noche de Pascua . Ril Editores. Febrero 2022)
de/di Santos Domínguez
(trad. Marcela Filippi)
XIII
Mira: todo está en calma.
de/di Miguel Sánchez-Ostiz
(trad. Marcela Filippi)
Oren guziek dute gizona Kolpatzen,
Leyenda del cuadrante
de la iglesia de Sara
(Del libro Aquí se detienen. Ars Poetica. Oviedo-Asturias, 2018)
de/di Luis ALberto de Cuenca
(trad. Marcela Filippi) a la memoria de Antonio Fontán
de/di Aurora Luque
(trad. Marcela Filippi)
(Del libro Gavieras. XXXII Premio Loewe. Loewe Fundación. Colección Visor de Poesía. Madrid 2020)
de/di Enrique Gracia Trinidad
(trad. Marcela Filippi)
de/di Jorge Luis Borges
(trad. Marcela Filippi)
A Sylvina Bullrich
Lo supieron los arduos alumnos de Pitágoras:
los astros y los hombres vuelven cíclicamente;
los átomos fatales repetirán la urgente
Afrodita de oro, los tebanos, las ágoras.
En edades futuras oprimirá el centauro
con el casco solípedo el pecho del lapita;
cuando Roma sea polvo, gemirá en la infinita
noche de su palacio fétido el minotauro.
Volverá toda noche de insomnio: minuciosa.
La mano que esto escribe renacerá del mismo
vientre. Férreos ejércitos construirán el abismo.
(David Hume de Edimburgo dijo la misma cosa).
No sé si volveremos en un ciclo segundo
como vuelven las cifras de una fracción periódica;
pero sé que una oscura rotación pitagórica
noche a noche me deja en un lugar del mundo
que es de los arrabales. Una esquina remota
que puede ser del Norte, del Sur o del Oeste,
pero que tiene siempre una tapia celeste,
una higuera sombría y una vereda rota.
Ahí está Buenos Aires. El tiempo que a los hombres
trae el amor o el oro, a mí apenas me deja
esta rosa apagada, esta vana madeja
de calles que repiten los pretéritos nombres
de mi sangre: Laprida, Cabrera, Soler, Suárez...
Nombres en que retumban (ya secretas) las dianas,
las repúblicas, los caballos y las mañanas,
las felices victorias, las muertes militares.
Las plazas agravadas por la noche sin dueño
son los patios profundos de un árido palacio
y las calles unánimes que engendran el espacio
son corredores de vago miedo y de sueño.
Vuelve la noche cóncava que descifró Anaxágoras;
vuelve a mi carne humana la eternidad constante
y el recuerdo ¿el proyecto? de un poema incesante:
«Lo supieron los arduos alumnos de Pitágoras...»
Lo sapevano gli ardui alunni di Pitagora:
gli astri e gli uomini tornano ciclicamente;
gli atomi fatali ripeteranno l'urgente
Afrodite d'oro, i tebani, le agorà.
In future epoche il centauro opprimerà
col piede solidungo il petto del lapita;
quando Roma sarà polvere, gemerà nell'infinita
notte del suo fetido palazzo il minotauro.
Tornerà ogni notte d'insonnio: minuziosa.
La mano che scrive questo rinascerà dal medesimo
ventre. Eserciti indistruttibili costruiranno
l'abisso (David Hume di Edimburgo disse la stessa cosa).
Non so se torneremo in un secondo ciclo
come le cifre di una frazione periodica;
ma so che un'oscura rotazione pitagorica
notte dopo notte mi lascia in un luogo del mondo
che è di periferia. Un angolo remoto
che può essere del nord, del sud o dell'ovest,
ma che ha sempre una barrierra celeste,
un fico ombroso e un marciapiede rotto.
Là c'è Buenos Aires. Il tempo che agli uomini
porta l'amore o l'oro, a me a malapena mi lascia
questa rosa sbiadita, questa vana matassa
di strade che ripetono i remoti nomi
del mio sangue: Laprida, Cabrera, Soler, Suárez...
Nomi in cui risuonano (ormai segrete) le diane,,
le repubbliche, i cavalli e le mattine,
le felici vittorie, le morti militari.
Le piazze gravate dalla notte senza padrone
sono i cortili profondi di un arido palazzo
e le unanimi strade che generano lo spazio
sono corridoi di astratta paura e di sogni.
Torna la notte concava che decifrò Anassagora;
torna alla mia carne umana l'eternità costante
e il ricordo. Il progetto? di una poesia incessante:
«Lo sapevano gli ardui alunni di Pitagora...»
(Del libro El otro, el mismo. 1964)
di /de Valerio Magrelli
(trad. Marcela Filippi)
La tradizione non è l'adorazione delle ceneri ma la custodia del fuoco.
La tradición no es la adoración de las cenizas, sino la preservación del fuego. Gustav Mahler
(Dal libro EXFANZIA. Giulio Einaudi Editore. Torino 2022)
de/di Luis ALberto de Cuenca
(trad. Marcela Filippi)
(Del libro Los mundos y los días. Poesía 1970-2009. Colección Visor Poesía, Madrid 2019)
de/di Miguel Sánchez-Ostiz
(trad. Marcela Filippi)
(Del ibro Aquí se detienen. ARS POETICA. Oviedo-Asturias, 2018)
de/di Santos Domínguez Ramos
(De El agua de los mapas. CXX Colección Melibea Talavera de la Reina, 2012)
de/di Miguel Sánchez-Ostiz
(trad. Marcela Filippi)
(Del libro La marca del cuadrante. Pamiela Ediciones, Pamplona-Iruña 2000)
de/di José María Jurado
(trad. Marcela Filippi)
Consulado de nubes y de mapas —BALI, CABO VERDE, MARTINICA— las pantallas anuncian remotos paraísos y todas las ciudades levantan un dintel de cristal —HELSINKI, PRAGA, EL CAIRO—, un arco de triunfo sobre el aire. Pasan princesas orientales que podrían incendiar el universo con un séquito exótico de fieras y de flashes (flota la fresca estela de su perfume cítrico en los pasillos pulidos y encerados). Pasan terroristas vestidos de paisano y paisanos que parecen terroristas, clérigos de inciertas religiones y padres de familia en bañador: camisetas de enigmas tropicales y conciencias de mano escaneadas. Hoy van a compartir el cielo azul de los ejecutivos y la radiante torre de control, elegante y geométrica como una corbata de seda anudada al cuello del sol. Miradlos caminar —los pies apresurados— hacia las puertas del viento: cómo abandona el cuerpo la gravedad de la pisada, cómo abandona el alma la gravedad de sus asuntos. Con un globo en la mano o un paraguas abierto quizá levitarían. Una risa de hélice nerviosa se dibuja en sus pasaportes cuando ya no hay remedio y son expelidos a lo alto, igual que una bandada de aves migratorias o las moléculas de combustible después de la ignición.
Y vuelan.
Consolato di nuvole e di mappe —BALI, CAPO VERDE, MARTINICA— gli schermi annunciano paradisi remoti e tutte le città alzano un architrave di vetro —HELSINKI, PRAGA, IL CAIRO—, un arco di trionfo nell'aria. Passano principesse orientali che potrebbero incendiare l'universo con un seguito esotico di bestie e di flash (fluttua la fresca scia del loro profumo di agrumi nei corridoi levigati e incerati). Passano terroristi vestiti da autoctoni e autoctoni che sembrano terroristi, sacerdoti di religioni incerte e padri di famiglia in costume da bagno: magliette con enigmi tropicali e coscienze scansionate da mani. Oggi condivideranno il cielo blu dei direttivi e la radiante torre di controllo, elegante e geometrica come una cravatta di seta annodata al collo del sole. Guardateli camminare - i piedi accelerati - verso le porte del vento: come abbandona il corpo la gravità dei passi! Come abbandona l'anima la gravità dei loro affari! Con un palloncino in mano o un ombrello aperto leviterebero. Una risata nervosa da elica si disegna sui loro passaporti quando non c'è più rimedio e vengono spediti in alto, come uno stormo di uccelli migratori o come le molecole di combustibile dopo l'accensione.
E volano.
(Del libro El tablero de los sueños. Ediciones de La isla de Siltolá. Sevilla 2011)