de/di Manuel Rico
(trad. Marcela filippi)
A Fernanda Beltrán
Como esos ojos ciegos
donde el espanto bebe.
Como esa latitud
donde la luz truncada y la ceniza
se hacen dueñas del aire y las palabras.
La ceniza en la boca de los niños.
El fuego devastando la boca de los niños.
La incomprensión más honda en la boca, en los ojos,
en el incomprendiso espanto
de los niños.
No me dejéis la flor sobre la mesa.
Ni el vaso con el té con que acompaño
las horas de escritura o de sosiego.
Han crecido los niños mutilados
tomando posesión del folio en blanco.
Sus ojos de planetas donde el odio no existe.
Su carne de tormenta nacida para el gozo.
Esos ojos de niebla que perdieron el llanto.
Esos ojos sin luz, esos ojos sin aire,
esos ojos que miran
desde el más hondo pozo de sus ojos,
de todos nuestros ojos bebedores de espanto.
Come quegli occhi ciechi
dove beve lo spavento.
Come quella latitudine
dove la luce troncata e la cenere
diventano padrone dell'aria e delle parole.
La cenere nella bocca dei bambini.
Il fuoco che devasta la bocca dei bambini.
L'incomprensione più profonda nella bocca, negli occhi,
nello spavento incompreso
dei bambini.
Non mi lasciate il fiore sul tavolo.
Né il bicchiere con il tè con cui accompagno
le ore di scrittura o di quiete.
Sono cresciuti i bambini mutilati
prendendo possesso del foglio in bianco.
I loro occhi di pianeti dove l'odio non esiste.
La loro carne di tormenta nata per la gioia.
Quegli occhi di nebbia che hanno smarrito il pianto.
Quegli occhi senza luce, quegli occhi senza aria,
quegli occhi che guardano
dal più profondo pozzo dei loro occhi,
di tutti i nostri occhi che bevono spavento
(Del libro De viejas estaciones invernales. Ediciones Igitur, 2006)
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