de/di Manuel Rico
(trad. Marcela Filippi)
A la cómoda llegaba esa luz en declive como un perro manso
que destilan las horas de las tardes de invierno.
Esa luz nunca ciega donde se reconocen
las sombras infrecuentes de todos nuestros muertos
y que huele a cerrado y a pasillo nocturno
y al corazón acude a mecerlo en su niebla.
Era el cofre prohibido
que acotaba mi padre debajo de un retrato
desde el que me miraba desde la inexistencia
de sus ojos marcados, tan joven, por la muerte.
Luz de cómoda. Extraña latitud
donde la claridad se quiebra
para hacerse pereza y habitación en sombra
hundiéndose en un tiempo de parados relojes,
viejas horas que duelen como antiguos pañuelos
por la madre olvidados
entre lacas y guantes y sedas y pañuelos
para siempre varados en la luz de la muerte.
Al comò giungeva quella luce in declivio come un cane mite
che distillano le ore delle sere d'inverno.
Quella luce mai cieca dove si riconoscono
le infrequenti ombre di tutti i nostri morti
e che sa di chiuso e a corridoio notturno
e al cuore giunge per cullarlo nella sua nebbia.
Era il cofanetto proibito
che incorniciava mio padre sotto un ritratto
da cui mi guardava dall'inesistenza
dei suoi occhi segnati, così giovani, dalla morte.
Luce da comò. Strana latitudine
dove la chiarità si rompe
per divenire torpore stanza in ombra
immergendosi in un tempo di orologi fermi,
vecchie ore che fanno male come antichi fazzoletti
dalla madre dimenticati
tra lacche e guanti e sete e fazzoletti
per sempre ancorati nella luce della morte.
(del libro Quebrada luz. 1996)
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