de/di Carlos Elliot Peinado
(trad. Marcela Filippi)
Crecen las cúpulas de hielo, cortan la tempestad que
araña las paredes del palacio. Kay atraviesa la sala, acarreando
de hielo pétreos bloques que crecen sin parar a
sus espaldas. Una tras otra se abren, mientras crujen –las
puertas– los tendones, y, aunque alcance lo que pensaba
el pórtico, una sala se extiende al infinito. Y para qué salir,
si al fin y al cabo se encuentra ya en el centro de su obra.
Los salones de la reina de las Nieves, tan perfectos…
Casi negro de frío, amoratado amontonaba témpanos
cortantes en retablos incomprensibles (puro neobarroco),
para cualquiera que no estuviera herido por el frío del
hielo en su retina. Compulsivo, buscándose a sí mismo,
como señor de sí, tejía y destejía sin quererlo un puzle de
palabras tan lejanas de su único sentido: eternidad.
[Chimera]
Crescono le cupole di ghiaccio, tagliano la tempesta che
graffia le pareti del palazzo. Kay attraversa la sala trasportando
duri blocchi di ghiaccio che crescono senza sosta alle sue spalle.
Una dopo l'altra si aprono, mentre scricchiolano –le
porte – i tendoni, e, benché raggiungano ciò che pensava
il portico, una sala si estende all'infinito. E perché uscire,
se in fin dei conti già si trova al centro della sua opera.
I saloni della regina delle Nevi, così perfetti…
Quasi nero di freddo, violaceo ammucchiava blocchi
taglienti retabli incomprensibili (neobarocco puro),
per chiunque non fosse ferito dal freddo del
gelo nella sua retina. Compulsivo, alla ricerca di se stesso,
come padrone di se stesso, tesseva e disfaceva un puzzle di
parole così lontane dal loro unico senso: eternità.
(Del libro ¿Sangra el abismo? Contracciones de una Noche de Pascua . Ril Editores. Febrero 2022)