de/di Santos Domínguez Ramos
(trad. Marcela Filippi)
Como un extraño miro la lluvia en la ciudad
a oscuras y desierta.
Y no la reconozco.
No veo en ella otras calles
que las que ciega el tiempo y el recuerdo diluye.
Paseo por las torvas provincias de la sangre,
por las desolaciones
de este siglo que se alza
sobre siglos de horror impronunciable.
Como si no supiera
que esta lluvia tan lenta,
que esta niebla insistente que nos habla en voz baja,
que persiste en posarse delante de nosotros
como un pájaro herido
amansará los campos,
para la siembra, sí, también para el que entierran.
Como si no supiera que somos la ciudad.
Que, oscuros y desiertos,
aún somos esta lluvia
que cae sobre los muertos y sus ojos cerrados,
esta niebla insistente que empapa la memoria
como un paño de olvido.
Que prosperan las hierbas
malas y los vencejos.
Que vendrán otros años
y el sol de los veranos no arderá en nuestra cara.
Come un estraneo guardo la pioggia in città
al buio e deserta.
E non la riconosco.
Non vedo in essa altre strade
oltre a quelle che il tempo acceca e che il ricordo mitiga.
Passeggio per le torve province del sangue,
nelle desolazioni
di questo secolo che sorge
su secoli di orrore impronunciabile.
Come se non sapessi
che questa pioggia così lenta,
che questa nebbia insistente che ci parla a bassa voce,
che persiste nel posarsi davanti a noi
come un uccello ferito
addolcirà i campi,
per la semina, sì, anche per chi sarà seppellito.
Come se non sapessi che siamo la città.
Che, bui e deserti,
siamo ancora questa pioggia
che cade sui morti e i loro occhi chiusi,
questa nebbia insistente che inzuppa la memoria
come un panno di oblio.
Che prosperano le erbe
cattive e i rondoni.
Che verranno altri anni
e il sole delle estati non arderà sul nostro viso.
(del libro “Las sílabas del tiempo”)
Nessun commento:
Posta un commento