de/di José María Jurado
(trad. Marcela Filippi)
DÍA UNO
Busco una puntilla para colgar un espejo. He hundido mis manos en la caja de herramientas y revuelvo las aristas herrumbrosas —tornillos, alcayatas, tuercas…— hasta dar con el clavo del tamaño apropiado. Al tocarlo deja un rastro áspero y frío en los dedos, igual que una larva de óxido y metal. Levanto el martillo y acaricio la maza, esfría y pesa. Golpeo: con un solo impacto se hunde toda la punta en la encarnadura de la pared mientras cae un montoncillo de yeso y de pintura. Cuelgo el espejo que enseguida se desploma y hace añicos. Recojo los restos de cristal y escayola. El clavo no está. Del paramento descascarillado extraigo con las uñas una astilla de hueso amarilla y traslúcida, parecida a una espina.
Mi mirada yace rota en el suelo.
GIORNO UNO
Cerco un chiodo per attaccare uno specchio. Infilo le mie mani nella cassetta degli attrezzi e maneggio gli estremi arrugginiti —viti, ganci, dadi...—fino a cogliere il chiodo della misura appropriata. Toccandolo, lascia sulle dita una traccia ruvida e fredda, come una larva di ossido e di metallo. Alzo il martello e accarezzo l'impugnatura, è fredda e pesa. Colpisco: con un solo impatto l'intera punta affonda nell'incarnato della parete mentre cade un cumulo d'intonaco e di vernice. Aggancio lo specchio che subito dopo crolla e si frantuma. Raccolgo i resti di vetro e di stucco. Il chiodo non c'è. Dal paramento scrostato estraggo con le unghie una scheggia d'osso gialla e traslucida, simile a una spina.
Il mio sguardo giace spezzato a terra.
(De Cuaresma. Ilustraciones Pámpano Vaca. Cypress Cultura, 2020)
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