de/di Olalla Castro
(trad. Marcela Filippi)
Cada noche quemamos un puñado de libros
y acercamos los dedos ateridos
hasta que nuestras yemas
se convierten en luciérnagas.
Nos salva este fulgor en mitad de lo negro,
la luz anaranjada
que nos devuelve el tacto.
Las palabras,
como gusanos en su caja de cebo,
se retuercen antes de morir.
Las palabras se vuelven
siempre impronunciables
bajo el fuego.
Pienso en las historias
que bailan en las llamas;
en nuestra propia historia,
que no contará nadie.
La lumbre que prendemos
nos sirve de confín y de trinchera.
Desde este resplandor,
impedimos el avance del frío.
Y aunque sé cuánto importa
mantener esta hoguera,
llevo a Dickens escondido bajo los paños
con los que oculto las curvas de mis pechos.
Prefiero morir a oscuras que en silencio.
Ogni notte bruciamo una manciata di libri
e avviciniamo le nostre dita congelate
fino a quando le nostre gemme
diventano delle lucciole.
Ci salva questo fulgore a metà del nero,
la luce arancione
che ci restituisce il tatto.
Le parole,
come vermi nella loro scatola di esche,
si torcono prima di morire.
Le parole diventano
sempre impronunciabili
sotto il fuoco.
Penso alle storie
che danzano tra le fiamme;
alla nostra stessa storia,
che nessuno racconterà.
Il lume che accendiamo
ci serve da confine e da trincea.
Da questo bagliore
impediamo l'avanzata del freddo.
E anche se so quanto sia importante
mantenere questo fuoco,
Porto Dickens nascosto sotto i panni
con cui nascondo le curve dei miei seni.
Preferisco morire al buio che in silenzio.
(Del libro BAJO LA LUZ, EL CEPO. XXII Premio Internacional de Poesía «Antonio Machado En Baeza». Poesía Hiperión, 2018)
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