di/de Santos Domínguez Ramos
(trad. Marcela Filippi)
Al entrar en la casa un paraguas recuerda
que no serán tus ojos los que miren la lluvia
bajo esta luz nevada.
Esta tarde serena ya ha renunciado al énfasis
y flota en el naufragio del fuego de otras tardes
el bramante sin dueño del ave del silencio.
Los cuadros, las ventanas,
el dulce baluarte secreto, las formas variables
del dolor en el torso maduro de los tilos,
bajo los siete vientos que acosaban al mundo.
Y este silencio lento por el que se desploma
la luz de cada tarde.
Luz llagada de sombras que huye donde los lobos
a lamer sus heridas en el fondo del bosque
mientras baja la niebla como un zarpazo blanco.
Mientras crece en el pecho la raíz del rencor
como la avena loca a orillas del Henares,
detrás de la ventana el recuerdo separa
el mundo de los muertos del mundo de los vivos.
Todo es hueco y las balas siguen sonando lejos.
Entrando in casa un ombrello ricorda
che non saranno i tuoi occhi a guardare la pioggia
sotto questa luce nivea.
Questa placida sera ha già rinunciato all'enfasi
e galleggia nel naufragio del fuoco di altre sere
lo spago senza padrone dell'uccello del silenzio.
I quadri, le finestre,
il dolce baluardo segreto, le forme variabili
del dolore nel torso maturo dei tigli,
sotto i sette venti che straziavano il mondo.
E questo lento silenzio da cui piomba
la luce di ogni sera.
La luce piagata d’ombre che fugge vicino ai lupi
a leccarsi le ferite in fondo al bosco
mentre scende la nebbia come una zampata bianca.
Mentre cresce nel petto la radice del rancore
come l'avena selvatica sulle sponde dell’Henares,
dietro la finestra il ricordo separa
il mondo dei morti dal mondo dei vivi.
Tutto è cavo e i proiettili continuano a sentirsi da lontano.
(del libro “Las provincias del frío”)
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