de/di Alejandro Oliveros
(trad. Marcela Filippi)
¿Qué fue a buscar Bruno si no la muerte
con su regreso a Italia?
¿Qué podía encontrar un mago en medio
del odio y las cenizas?
La clara luz del Renacimiento, el aire
límpido de Fra Angelico y Benozzo
era ya hediondo humo y pestilencia.
La muerte encapuchada,
recorría las tortuosas callejas
de Roma. El empedrado conocía
los mentidos pasos de los verdugos,
la oscura horca y el garrote.
El invierno observó al napolitano
mientras se acercaba fatalmente
a Italia. No esperó la primavera,
ciego como noche espesa.
Nueve años después el inquieto hereje
subió a los leños en Campo dei Fiori.
El olor horrible del cuerpo en brasas
alegró las estancias del Vaticano.
Desde la ventana de un tercer piso,
a la izquierda, Galileo Galilei
contempló horrorizado el asesino
trayecto de las llamas,
vio cómo ascendían al cielo insondable,
cómo se movían y ahogaban, cómo
el cuerpo se rindió entre los chisporroteos
y aullidos. Galileo
no resiste. El incendio de Giordano
es azogue de su propio tormento.
La abjuración se escribió esa tarde
de polvos y humaredas.
En la madrugada romana, la luz
se observa aún en la ventana. Y la sombra
de Galileo Galilei, apenada,
arrepentida, sola.
Cosa è andato a cercare Bruno se non la morte
con il suo ritorno in Italia?
Cosa poteva trovare un mago in mezzo
all'odio e alle ceneri?
La chiara luce del Rinascimento, l'aria
limpida del Beato Angelico e di Benozzo
era già fumo puzzolente e pestilenza.
La morte incappucciata,
percorreva i vicoli tortuosi
di Roma. Il lastricato conosceva
i falsi passi dei carnefici,
l'oscura forca e la garrota.
L'inverno osservava il napoletano
mentre si avvicinava fatalmente
in Italia. Non attese la primavera,
cieco come notte spessa.
Nove anni dopo l'irrequieto eretico
salì sulla pira a Campo dei Fiori.
L'orribile odore del corpo in brace
rallegrò le stanze del Vaticano.
Da una finestra di un terzo piano
a sinistra, Galileo Galilei
contemplò con orrore il tragitto
omicida delle fiamme,
vide come ascendevano al cielo insondabile,
come si muovevano e soffocavano, come
il corpo si arrese tra i crepitii
le grida. Galileo
non resiste. L'incendio di Giordano
è mercurio del suo proprio tormento.
L'abiura fu scritta quella sera
di polveri e di esalazioni.
All'alba romana, la luce
si vede ancora alla finestra. E l'ombra
di Galileo Galilei, addolorata,
pentita, sola.
(de Espacios en fuga. Magna Grecia. Poesía reunida 1974-2010. Colección La Cruz del Sur. Editorial Pre-Textos)
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