martedì 23 febbraio 2021

GIORDANO BRUNO

de/di Alejandro Oliveros

(trad. Marcela Filippi)


¿Qué fue a buscar Bruno si no la muerte

con su regreso a Italia?

¿Qué podía encontrar un mago en medio

del odio y las cenizas?


La clara luz del Renacimiento, el aire

límpido de Fra Angelico y Benozzo

era ya hediondo humo y pestilencia.

La muerte encapuchada,


recorría las tortuosas callejas

de Roma. El empedrado conocía

los mentidos pasos de los verdugos,

la oscura horca y el garrote.


El invierno observó al napolitano

mientras se acercaba fatalmente

a Italia. No esperó la primavera,

ciego como noche espesa.


Nueve años después el inquieto hereje

subió a los leños en Campo dei Fiori.

El olor horrible del cuerpo en brasas

alegró las estancias del Vaticano.


Desde la ventana de un tercer piso,

a la izquierda, Galileo Galilei

contempló horrorizado el asesino

trayecto de las llamas, 


vio cómo ascendían al cielo insondable,

cómo se movían y ahogaban, cómo

el cuerpo se rindió entre los chisporroteos

y aullidos. Galileo


no resiste. El incendio de Giordano

es azogue de su propio tormento.

La abjuración se escribió esa tarde 

de polvos y humaredas.


En la madrugada romana, la luz

se observa aún en la ventana. Y la sombra

de Galileo Galilei, apenada,

arrepentida, sola.


Cosa è andato a cercare Bruno se non la morte

con il suo ritorno in Italia?

Cosa poteva trovare un mago in mezzo

all'odio e alle ceneri?


La chiara luce del Rinascimento, l'aria

limpida del Beato Angelico e di Benozzo

era già fumo puzzolente e pestilenza.

La morte incappucciata,


percorreva  i vicoli tortuosi

di Roma. Il lastricato conosceva

i falsi passi dei carnefici,

l'oscura forca e la garrota.


L'inverno osservava il napoletano

mentre si avvicinava fatalmente

in Italia. Non attese la primavera,

cieco come notte spessa.


Nove anni dopo l'irrequieto eretico

salì sulla pira a Campo dei Fiori.

L'orribile odore del corpo in brace

rallegrò le stanze del Vaticano.


Da una finestra di un terzo piano

a sinistra, Galileo Galilei

contemplò con orrore il tragitto

omicida delle fiamme,


vide come ascendevano al cielo insondabile,

come si muovevano e soffocavano, come

il corpo si arrese tra i crepitii

le grida. Galileo


non resiste. L'incendio di Giordano

è mercurio del suo proprio tormento.

L'abiura fu scritta quella sera

di polveri e di esalazioni.


All'alba romana, la luce

si vede ancora alla finestra. E l'ombra

di Galileo Galilei, addolorata,

pentita, sola.


(de Espacios en fuga. Magna Grecia. Poesía reunida 1974-2010. Colección La Cruz del Sur. Editorial Pre-Textos)








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