giovedì 1 novembre 2018

POEMA CONJETURAL/POEMA CONGETTURALE

de/di Jorge Luis Borges
El doctor Francisco Laprida, asesinado el día 22 de setiembre de 1829 por los montoneros de Aldao, piensa antes de morir:
Zumban las balas en la tarde última.
Hay viento y hay cenizas en el viento,
se dispersan el día y la batalla
deforme, y la victoria es de los otros.
Vencen los bárbaros, los gauchos vencen.
Yo, que estudié las leyes y los cánones,
yo, Francisco Narciso de Laprida,
cuya voz declaró la independencia
de estas crueles provincias, derrotado,
de sangre y de sudor manchado el rostro,
sin esperanza ni temor, perdido,
huyo hacia el Sur por arrabales últimos.
Como aquel capitán del Purgatorio
que, huyendo a pie y ensangrentando el llano,
fue cegado y tumbado por la muerte
donde un oscuro río pierde el nombre,
así habré de caer. Hoy es el término.
La noche lateral de los pantanos
me acecha y me demora. Oigo los cascos
de mi caliente muerte que me busca
con jinetes, con belfos y con lanzas.
Yo que anhelé ser otro, ser un hombre
de sentencias, de libros, de dictámenes
a cielo abierto yaceré entre ciénagas;
pero me endiosa el pecho inexplicable
un júbilo secreto. Al fin me encuentro
con mi destino sudamericano.
A esta ruinosa tarde me llevaba
el laberinto múltiple de pasos
que mis días tejieron desde un día
de la niñez. Al fin he descubierto
la recóndita clave de mis años,
la suerte de Francisco de Laprida,
la letra que faltaba, la perfecta
forma que supo Dios desde el principio.
En el espejo de esta noche alcanzo
mi insospechado rostro eterno. El círculo
se va a cerrar. Yo aguardo que así sea.
Pisan mis pies la sombra de las lanzas
que me buscan. Las befas de mi muerte,
los jinetes, las crines, los caballos,
se ciernen sobre mí... Ya el primer golpe,
ya el duro hierro que me raja el pecho,
el íntimo cuchillo en la garganta.

Il dottor Francisco Laprida, assassinato il 22 settembre 1829 dai montoneros di Aldao, pensa prima di morire:
Ronzano le pallottole nella sera ultima.
C'è vento e c'è cenere nel vento,
si disperde il giorno e la battaglia
deforme, e la vittoria è degli altri.
Vincono i barbari, i gauchos vincono.
Io, che ho studiato le leggi e i canoni,
io, Francisco Narciso de Laprida,
la cui voce proclamò l'indipendenza
di queste crudeli province, sconfitto,
di sangue e di sudore macchiato il volto,
senza speranza né timore, perduto,
fuggo a sud verso gli ultimi lembi.
Come quel condottiero del Purgatorio
che, fuggendo a piede e sanguinando il piano;
fu accecato e abbattuto dalla morte
dove un oscuro fiume perde il nome,
così dovrò cadere. Oggi è la fine.
La notte laterale delle paludi
mi accerchia e mi rallenta. Sento lo scalpitio
della mia calda morte che mi cerca
con cavalieri, con armature e con le lance.
Io che anelavo di essere un altro, essere un uomo
di legge, di libri, di giudizio
a cielo aperto giacerò tra paludi;
nondimeno mi divinizza il petto inspiegabile
un giubilo segreto. Alla fine mi trovo
con il mio destino sudamericano.
A questa rovinosa sera mi conduceva
il labirinto multiplo di passi
che i miei giorni tessevano da un dì
dell'infanzia. Alla fine ho scoperto
la recondita chiave dei miei anni,
la sorte di Francisco de Laprida,
la lettera mancante, la perfetta
forma che Dio conosceva fin dal principio.
Nello specchio di questa notte mi perviene
il mio insospettato volto eterno. Il cerchio
si chiuderà. Spero che così sia.
I miei piedi calpestano l’ombra delle lance
che mi cercano. Le beffe della mia morte,
i cavalieri, le criniere, i cavalli,
aleggiano su di me ... Ecco il primo colpo,
ecco il duro ferro che mi squarcia il petto,
l’intimo coltello in gola.

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