de/di Manuel Rico
(trad. Marcela Filippi)
Un hombre avanza contra el cielo. Observa
la luz que tiñe el horizonte. Tiene
su moribunda claridad el tono
cárdeno o gris de todos los inviernos.
En esa luz de muerte un niño tiembla.
Y un joven conocido se dibuja
más acá de las nubes, mancha el aire.
Tiene miedo a las sombras.
Huele a musgo y a niebla y a hojarasca.
Él bien sabe que en la ciega trastienda
de la luz, en la noche que amenaza,
encontrará un refugio para el sueño.
Y soñará la luz que ha claudicado.
Y en la turbia conciencia de las sombras
verá crecer cuanto veló el olvido
regresando a la casa de otros días.
Volverán los sabores que hace tiempo
buscaron el amparo de la nada
y pasillos antiguos, mal tapiados,
recibirán de nuevo al visitante.
Será luz la palabra, solo ella
salvará la memoria. Y ese incendio
dará luz a las cosas que no existen:
un mundo sorprendido por la llama.
Un uomo avanza contro il cielo. Osserva
la luce che tinge l'orizzonte. Ha
la sua morente chiarezza il tono
violaceo o grigio di tutti gli inverni.
In quella luce di morte un bambino trema.
E un conosciuto giovane si disegna
al di qua delle nuvole, macchia l'aria.
Ha paura delle ombre.
C'è odore di muschio, di nebbia e di fogliame.
Lui sa bene che nel retrobottega cieco
della luce, nella notte che minaccia,
troverà un rifugio per il sonno.
E sognerà la luce che ha claudicato.
E nella torbida coscienza delle ombre
vedrà crescere quanto l'oblio ha vegliato
tornando nella casa di altri tempi.
Torneranno i sapori che da tanto tempo
hanno cercato la protezione del nulla
e vecchi corridoi, mal murati,
accoglieranno di nuovo il visitatore.
La parola sarà luce, solo questa
salverà la memoria. E quell'incendio
darà luce alle cose che non esistono:
un mondo sorpreso dalla fiamma.
(De Quebrada luz y El muro transparente. Olifante. Ediciones de poesía, 2024)
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