de/di Olalla Castro
(trad. Marcela Filippi)
Cabalgaba Aquiles tras de mí. Estiraba su lanza como
si fuese un puente y la herida el único lugar
donde encontrarnos. Yo, que también ignoro
el lenguaje del légamo, cómo se ara la tierra,
la altura a la que se cosecha la cebada; yo, que,
como Aquiles, solo conozco el idioma puntiagudo
de la guerra, corría delante de él.
Cuando su lanza me alcanzó, juraría que iba sonriendo.
Dicen que Aquiles se enamoró justo
al verme caer, pero no fue a mí a quien amó
(amó eso vacío que anegaba mi cuerpo). Ya
en el suelo, los dedos se aflojaron y mi mano
se abrió igual que un loto. Quedó expuesta la
carne blanda de las palmas; golpearon contra
la tierra, ásperos, los nudillos.
Lo difícil no es matar, sino eso que se descascarilla
por dentro cuando llega la noche: los ojos
redondos de los muertos, como huevos de
ave en el vientre del áspid, queriendo romper
la cáscara; de nuevo, nacer. Lo difícil no es
matar, sino cómo la muerte, con garras pequeñas,
se aferra a los cabellos. Vivir con su
gorjeo.
Compadezco a quien venga a ocupar mi lugar: reina
de las amazonas, comiendo guerra, hablando
guerra, pariendo guerra para que todo siga.
Lavándote con guerra de la guerra. Pobre de
ti, pronto entenderás que en la lanza hay un
puente. No es el metal atravesándote, eres tú a
través del metal, llegando hasta la herida donde
todo se aquieta. Donde al fin se descansa.
Achille cavalcava dietro di me. Tendeva la sua lancia come
se fosse un ponte e la ferita l'unico luogo
dove incontrarci. Io, che anch'io ignoro
il linguaggio del limo, come arare la terra,
l'altezza in cui si miete l'orzo; io, che,
come Achille, conosco solo il linguaggio tagliente
della guerra, correvo davanti a lui.
Quando la sua lancia mi raggiunse, giurerei che stava sorridendo.
Dicono che Achille si innamorò nel momento
in cui mi vide cadere, ma non fu me che amò
(amò quel vuoto che inondava il mio corpo). Ormai
a terra, le dita si allentarono e la mia mano
si aprì come un loto. Rimase esposta la
morbida carne dei miei palmi; sbatterono
contro la terra, ruvide, le nocche.
La cosa difficile non è uccidere, ma ciò che frana
dentro quando cala la notte: gli occhi
rotondi dei morti, come uova di
uccello nel ventre di un aspide, volendo rompere
il guscio; nascere, di nuovo. La cosa difficile non è
uccidere, ma come la morte, con piccoli artigli,
si aggrappa ai capelli. Vivere col suo gorgheggio.
Compatisco chiunque venga a occupare il mio posto: regina
delle amazzoni, mangiando guerra, parlando
guerra, partorendo guerra affinché tutto continui.
Lavandoti con guerra della guerra. Povera te,
presto capirai che nella lancia c'è un
ponte. Non è il metallo che ti trafigge, sei tu
attraverso il metallo, che giunge fino alla ferita dove
tutto si acquieta. Dove alla fine c'è riposo.
(Del libro Las Escritas. XXI Premio de Poesía Vicente Núñez. Deputación de Cordoba Berenice, 2022)
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