de/di Santos Santos Domínguez Ramos
(trad. Marcela Filippi)
Escucha al ángel ángel,
al ángel de alabastro
que mira desolado hacia la piedra
con una mano puesta en su mentón de sombra.
Ungido por la dulce tristeza de los días
y su verdín doliente,
con la otra mano pide silencio al caminante.
Mira la piedra muda:
de ella sube el recuerdo como dicen que sube,
desamparada y sola,
la niebla de los lagos lejanos por la noche.
En la cueva el solsticio suena a flautas y a huesos,
a una música sorda de fósiles en sombra.
Mientras, un hombre sueña
con un lugar de espejos y un corazón de aceite
con vidrios rotos, rostros
y sueña que es un sueño.
Ascolta l’angelo angelo,
l’angelo d’alabastro
che guarda desolato verso la pietra
con una mano posta sul suo mento d’ombra.
Unto dalla dolce tristezza dei giorni
e dal suo muschio dolente,
con l’altra mano chiede silenzio all’ambulante.
Guarda la pietra muta:
da essa sale il ricordo così come dicono che sale,
indifesa e sola,
la nebbia dei laghi lontani di notte.
Nella grotta il solstizio suona a flauti e ad ossa
a una musica sorda di fossili in ombra.
Mentre, un uomo sogna
con un luogo di specchi e un cuore d’olio
con vetri rotti, volti
e sogna che è un sogno
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