de/di Santos Domínguez Ramos
(trad. Marcela Filippi)
(Con Thomas Hardy)
Era un buen poeta sin ser demasiado bueno. Era moderno sin ser demasiado moderno (W.H. Auden)
Tras larga travesía, el paseante oscuro
mira el atardecer sin viento por los álamos.
Los límites del día perfilan la frontera
del mundo. Los marca una campana
que clausura la tarde del tedio por las cúpulas.
Arden sobre los médanos las últimas banderas
moradas del crepúsculo
con el olor maduro de septiembre en los huertos
y el aire pesa igual que una lápida fúnebre.
Pesa como el aceite de las primeras lámparas
en las manos de un viejo,
en el temblor de un torpe decorado de sombras.
Oscuro, el caminante contempla un resplandor:
el veneno de cobre del horizonte verde.
Las rosas fugitivas, las termitas, las losas
y un silencio sin alas son la estela del tiempo
en la noche amarilla de los líquenes fríos.
Gotean los castaños
palabras invernales que afilan su fulgor
con la guadaña helada de la luna.
El pasajero nota su frío aliento blanco
y evoca una nevada que nombra al corazón:
la amargura de azogue que no levanta el vuelo
y pasa a ras de tierra como las aves negras.
Y late el corazón como un pájaro breve
invertebrado y solo como una letanía
de obstinada madera, semejante a la noche
en la dureza opaca de su silencio extenso.
Era un buon poeta senza essere abbastanza bravo. Era moderno senza essere abbastanza moderno. (W.H. Auden)
Dopo un lungo percorso, il passeggiatore oscuro
guarda il tramonto senza vento attraverso i pioppi.
I limiti del giorno delineano la frontiera
del mondo. Li marca una campana
che chiude la sera del tedio dalle cupole.
Ardono sulle dune le ultime bandiere
violacee del crepuscolo
con l'odore maturo di settembre negli orti
e l'aria pesa come una lapide funebre.
Pesa come l'olio delle prime lampade
nelle mani di un vecchio,
nel tremolio di un goffo decorato di ombre.
Scuro, il camminatore contempla un bagliore:
il veleno di rame dell'orizzonte verde.
Le rose fuggitive, le termiti, le lastre
e un silenzio senza ali sono la scia del tempo
nella notte gialla dei licheni freddi.
Gocciolano dai castagni
parole invernali che affilano il loro fulgore
con la falce gelata della luna.
Il passeggero nota il suo freddo alito bianco
ed evoca una nevicata che appella il cuore:
l'amarezza di mercurio che non solleva il volo
e passa rasoterra come uccelli neri.
E il cuore palpita come un uccello breve
invertebrato e solo come una litania
di ostinato legno, simile alla notte
nella durezza opaca del suo silenzio esteso.
(del libro Las provincias del frío)
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