lunedì 29 gennaio 2018

Fragmento de "Niebla"/Frammento di "Nebbia

de/di Miguel de Unamuno
(trad. Marcela Filippi)

(...) La calle era un cinematógrafo y él sentíase cinematográfico, una sombra, un fantasma. Y es que siempre un baño en muchedumbre humana, un perderse en la masa de hombres que iban y venían sin conocerle ni percatarse de él, le produjo el efecto mismo de un baño en naturaleza abierta a cielo abierto, y a la rosa de los vientos.
(...) Aquellos árboles domésticos, urbanos, en correcta formación, que recibían riego a horas fijas, cuando no llovía, por una reguera y que extendían sus raíces bajo el enlosado de la plaza; aquellos árboles presos que esperaban ver salir y ponerse el sol sobre los tejados de las casas; aquellos árboles enjaulados, que tal vez añoraban la remota selva, atraíanle con un misterioso tiro. En sus copas cantaban algunos pájaros urbanos también, de esos que aprenden a huir de los niños y alguna vez acercarse a los ancianos que les ofrecen unas migas de pan.
Cuántas veces, sentado sólo y solitario en uno de los bancos verdes de aquella plazuela, vio el incendio del ocaso sobre un tejado y alguna vez destacarse sobre el oro en fuego del espléndido árbol arrebol el contorno de un gato negro sobre la chimenea de una casa! Y, en tanto, en otoño, llovían hojas amarillas, anchas como de vid, a modo de manos momificadas, laminadas, sobre los jardincillos del centro con sus arriantes y sus macetas de flores. Y jugaban los niños entre las hojas secas, jugaban acaso a recogerlas, sin darse cuenta del encendido ocaso.
Cuando llegó aquel día a la tranquila plaza y se sentó en el banco, no sin antes haber haber despejado su asiento de las hojas seca que lo cubrían -pues era otoño-, jugaban allí cerca, como de ordinario, unos chiquillos. Y uno de ellos, poniéndole a otro junto al tronco de uno de los castaños de Indias, bien arrimadito a él, le decía:”Tù estabas ahí preso, te tenían unos ladrones...”. “Es que yo...”, empezó malhumorado el otro, y el primero replicò:”No, tú no eras tú...”. Augusto no quiso oír más; levantose y se fue a otro banco. Y se dijo:”Así jugamos también los mayores.¡Tù no eres tú! ¡Yo no soy yo! Y esos pobres árboles, ¿son ellos? Se les cae la hoja antes, mucho antes que a sus hermanos del monte, y se quedan en esqueleto, y estos esqueletos proyectan su recortada sombra sobre los empedrados al resplandor de los reverberos de luz eléctrica.¡Un árbol iluminado por la luz eléctrica!¡Qué extraña, qué fantástica apariencia la de su copa en primavera cuando el arco voltaico ese le da aquella apariencia metálica!¡Y aquí que las brisas no lo mecen...! Pobres árboles que no pueden gozar de una de esas negras noches de campo, de esas noches sin luna, con su manto de estrellas palpitantes! Parece que al plantar cada uno de estos árboles en este sitio les ha dicho el hombre:”¡Tù no eres tú!”, y para que no lo olviden le han dado esa iluminación nocturna por luz eléctrica..., para que no se duerman... Pobres árboles trasnochadores! No, no; conmigo no se juega como con vosotros!”.
Levantose y empezó a recorrer calles como un sonámbulo.


(...) La strada era un cinematografo ed egli si sentiva cinematografico, un'ombra, un fantasma. E’ che un bagno nella folla umana, un perdersi nella massa di uomini che andavano e venivano, senza conoscerlo né accorgersi di lui, gli produsse lo stesso effetto di un bagno nella natura aperta e a cielo aperto, e alla rosa dei venti.
(...) Quegli alberi, domestici, urbani, in corretta formazione, che ricevevano irrigazione ad ore fisse, quando non pioveva, attraverso un solco e che estendono le loro radici sotto il lastricato della piazza; quegli alberi prigionieri che speravano di vedere il sole sorgere e tramontare sui tetti delle case; quegli alberi ingabbiati, che forse sentivano la mancanza della remota selva, lo attraevano come una spinta misteriosa. Sulle loro chiome cantavano anche alcuni uccelli urbani, di quelli che imparavano a fuggire dai bambini e qualche volta si avvicinano agli anziani che offrono loro alcune briciole di pane.
Quante volte, seduto da solo e solitario su una di quelle panchine verdi di quella piazzetta, vide l’incendio del tramonto su un tetto e talvolta spiccare sull’oro in fuoco dello splendido albero rosso, la sagoma di un gatto nero sul comignolo di una casa! E, nel frattempo, in autunno, piovevano foglie gialle, larghe come vite, come mani mummificate, laminate, sui giardinetti del centro con le loro aiuole e i loro vasi di fiori. E giocavano i bambini tra le foglie secche, giocavano forse a raccoglierle, senza rendersi conto dell’acceso tramonto.
Quando giunse quel giorno alla tranquilla piazza, e si sedette sulla panchina, ma non prima di averla pulita dalle foglie che la ricoprivano - Ebbene, era autunno-, giocavano lì vicino, come al solito, alcuni bambini. E uno di essi, mettendo un altro accanto al tronco di uno di quegli ippocastani, ben stretto a questo, gli diceva:”Tu eri lì, prigioniero, ti tenevano dei ladri ...". "E 'solo che io ...» cominciò l'altro irritato, e il primo replicò: "No, tu non eri tu ...". Augusto non volle sentire più; si alzò e andò a un'altra panchina. E si disse: "Così giochiamo anche noi grandi! Tu non sei tu! Io non sono io! E quei poveri alberi, lo sono? La foglia cade loro prima, molto prima che ai loro fratelli della montagna, e rimangono in scheletro, e questi scheletri proiettano la loro frastagliata ombra sul selciato al bagliore dei riverberi di luce eléctrica! Un albero illuminato dalla luce elettrica! Che strano, che fantastica apparenza quella della sua chioma a primavera, quando l'arco voltaico, le dà quell’aspetto metallico! E qui dove le brezze non lo cullano ...! Poveri alberi che non possono godere di una di quelle notti buie di campagna, di quelle notti senza luna con il loro manto di stelle palpitanti! Sembrerebbe che nel piantare ciascuno di questi alberi in questo luogo l’uomo abbia detto: "Non sei tu", e perché non lo dimentichino hanno dato loro quell’illuminazione notturna da luce elettrica..., perché non si addormentino... Poveri alberi nottambuli! No, no; con me non si gioca come con voi!”
Si alzò e cominciò a percorrere le strade come un sonnambulo.

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