de/di Santos Domínguez Ramos
(trad. Marcela Filippi)
Las palabras del hombre que ya ha muerto se alteran en la entraña de los vivos. W. H. Auden
En ti ya solo llueve.
Eras el que robaba el fuego transparente,
el que cantaba en sueños con sílabas oscuras
y en ti ya solo llueve.
Hay tormenta en el sol, y aquí la tarde ruge
sobre las tejas rotas y sobre los recuerdos
con esta luz sin dueño, con esta obstinación
de rueda rutinaria.
Como quien lleva a cuestas un saco de cenizas,
de sombras congeladas al borde de una herida
y las deja esparcidas en un recinto oscuro
de sangre impetuosa que no corre
del corazón al centro sigiloso del tiempo,
habías dejado escrita, como en un epitafio,
la luz indescifrable de la desolación.
Con la fragilidad del vértigo y la fiebre
del viento desatado que ruge en los planetas
o en la frente del lento animal de la tarde
y el jadeo de su espanto cuando el sol se despeña,
era un largo silencio lo que venía rodando
desde el fondo insondable de la noche,
del mar que llueve ahora sobre tu rostro solo.
Le parole dell’uomo che è già morto
si alterano nelle viscere dei vivi.
W. H. Auden
In te solo piove ormai.
Eri quello che rubava il fuoco trasparente,
quello che cantava nei sogni con sillabe oscure
e in te solo piove ormai.
C’è tempesta nel sole, e qui la sera ruggisce
sulle tegole rotte e sui ricordi
con questa luce senza padrone, con quest’ostinazione
di ruota di routine.
Come chi porta sulle spalle un sacco di cenere,
di ombre congelate sul bordo di una ferita
e le lascia sparse in un recinto buio
di sangue impetuoso che non scorre
dal cuore al centro silenzioso del tempo,
avevi lasciato scritta, come in un epitaffio,
la luce indecifrabile della desolazione.
Con la fragilità della vertigine e la febbre
del vento scatenato che ruggisce sui pianeti
o sulla fronte del lento animale della sera
e l’affanno del suo spavento quando il sole precipita
era un lungo silenzio che ruotava
dal fondo insondabile della notte,
dal mare che ora piove sul tuo volto solo.
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