di/de Alessandro Manzoni
(trad. Marcela Filippi)
Ei fu. Siccome immobile,
dato il mortal sospiro,
stette la spoglia immemore
orba di tanto spiro,
così percossa, attonita
la terra al nunzio sta,
muta pensando all'ultima
ora dell'uom fatale;
né sa quando una simile
orma di pie' mortale
la sua cruenta polvere
a calpestar verrà.
Lui folgorante in solio
vide il mio genio e tacque;
quando, con vece assidua,
cadde, risorse e giacque,
di mille voci al sonito
mista la sua non ha:
vergin di servo encomio
e di codardo oltraggio,
sorge or commosso al subito
sparir di tanto raggio;
e scioglie all'urna un cantico
che forse non morrà.
Dall'Alpi alle Piramidi,
dal Manzanarre al Reno,
di quel securo il fulmine
tenea dietro al baleno;
scoppiò da Scilla al Tanai,
dall'uno all'altro mar.
Fu vera gloria? Ai posteri
l'ardua sentenza: nui
chiniam la fronte al Massimo
Fattor, che volle in lui
del creator suo spirito
più vasta orma stampar.
La procellosa e trepida
gioia d'un gran disegno,
l'ansia d'un cor che indocile
serve, pensando al regno;
e il giunge; e tiene un premio
ch'era follia sperar;
tutto ei provò: la gloria
maggior dopo il periglio,
la fuga e la vittoria,
la reggia e il tristo esiglio:
due volte nella polvere,
due volte sull'altar.
Ei si nomò: due secoli,
l'un contro l'altro armato,
sommessi a lui si volsero,
come aspettando il fato;
ei fe' silenzio, ed arbitro
s'assise in mezzo a lor.
E sparve, e i dì nell'ozio
chiuse in sì breve sponda,
segno d'immensa invidia
e di pietà profonda,
d'inestinguibil odio
e d'indomato amor.
Come sul capo al naufrago
l'onda s'avvolve e pesa,
l'onda su cui del misero,
alta pur dianzi e tesa,
scorrea la vista a scernere
prode remote invan;
tal su quell'alma il cumulo
delle memorie scese!
oh quante volte ai posteri
narrar sé stesso imprese,
e sull'eterne pagine
cadde la stanca man!
oh quante volte, al tacito
morir d'un giorno inerte,
chinati i rai fulminei,
le braccia al sen conserte,
stette, e dei dì che furono
l'assalse il sovvenir!
e ripensò le mobili
tende, e i percossi valli,
e il lampo de' manipoli,
e l'onda dei cavalli,
e il concitato imperio,
e il celere ubbidir.
Ahi! forse a tanto strazio
cadde lo spirto anelo,
e disperò; ma valida
venne una man dal cielo,
e in più spirabil aere
pietosa il trasportò;
e l'avviò, pei floridi
sentier della speranza,
ai campi eterni, al premio
che i desidèri avanza,
dov'è silenzio e tenebre
la gloria che passò.
Bella Immortal! benefica
fede ai trionfi avvezza!
scrivi ancor questo, allegrati;
ché più superba altezza
al disonor del Golgota
giammai non si chinò.
Tu dalle stanche ceneri
sperdi ogni ria parola:
il Dio che atterra e suscita,
che affanna e che consola,
sulla deserta coltrice
accanto a lui posò.
Él fue. Como inmóvil,
dado el mortal suspiro,
el cuerpo sin recuerdos
privado de alma tan grande,
así turbada, atónita
la tierra con la noticia quedó
muda pensando a la última
hora del hombre fatal;
ni sabe cuando semejante
huella de pié de mortal
en la encarnizada tierra
a pisar vendrá.
Él fulgurante en el solio
mi palabra vio y calló;
cuando en rápida sucesión
cayó, resurgió y volvió a caer,
entre miles de voces indistintas
no mezcló la suya:
Virgen de adulación servil
y de viles injurias,
se alza conmovida cuando de improviso
desapareció tanta luz;
y eleva a su tumba un canto
que tal vez non morirà.
De los Alpes a las Pirámides,
del Manzanares al Rin,
de ése que seguro tras el relámpago
seguía su inmediato aparecer;
estalló de Scilla al Tanai,
y de uno a otro mar.
¿Fue verdadera gloria? A la posteridad
el arduo juicio: nosotros
nos inclinamos al Supremo
Creador, que quiso en él
imprimir el sello más fuerte
de su potente espíritu.
El peligroso y ansioso
júbilo de un gran designio,
la ansiedad de un corazón, que indomable
sirve, pensando en el reino;
y lo logra; y obtiene un premio
que era locura imaginar;
todo lo tuvo: la mayor
gloria después del peligro,
la fuga y la victoria,
el poder real y el triste exilio:
dos veces derrotado,
dos veces en el altar.
Él mismo se dio el nombre: dos siglos,
armados uno contra el otro,
se dirigieron a él sometidos,
como en espera del destino;
Les hizo callar, y como árbitro
se sentó en medio de ellos.
Y desapareció, y sus días en el ocio
concluyó en tan minúscula orilla,
objeto de inmensa envidia
y de honda piedad,
de inextinguible odio
y de indomable pasión.
Como sobre la cabeza del náufrago
la ola se envuelve y pesa,
la ola en la que la vista del mísero,
alzándose antes alta y tensa,
trataba de percibir en vano
tierras lejanas de él;
así sobre su alma cayó
el peso de los recuerdos!
¡Oh, cuántas veces, para la posteridad
trató de narrar sus hazañas,
mas en las infinitas páginas
cayó la cansada mano!
¡Oh, cuántas veces, al tácito
morir de un día inútil,
bajando la mirada fulminante,
con los brazos cruzados al pecho
estuvo, y del esplendente ayer
lo embistió el recuerdo!
y volvió a pensar a las tiendas
de los campamentos, a las trincheras,
y al relámpago de las espadas,
y al galopar belígero de caballos,
y con imperiosas órdenes,
y al pronto obedecer.
¡Ay! quizás por tanto suplicio
el espíritu angustiado cedió,
y se desesperó; mas próvida
mano llegó del cielo,
y a un mundo más sereno
con piedad lo llevó;
y lo condujo por floridos
senderos de la esperanza,
hacia los campos eternos, hacia el premio
que supera los deseos,
donde es silencio y oscuridad
la gloria que pasó.
¡Oh, bella inmortal! benéfica
fe avezada a triunfos!
de un nuevo triunfo, alégrate;
porque ningún hombre tan soberbio
al deshonor del Gólgota
jamás se doblegó.
Tú (la fe) de las cansadas cenizas
libra cada palabra malévola:
el Dios que aterroriza y eleva,
que angustia y que consuela,
en el desierto lecho de muerte
a su lado se sentó.